domingo, 24 de enero de 2010

Y... ras ...


Sintió un cierto cosquilleo en su interior, su estructura se revolvía dentro del poro de su ser. A lo lejos divisó la luz, un pequeño hueco hacia el exterior. Una tormenta de recuerdos confusos llegaron hacia él, la resaca de lo que fue.


Pasaban las horas, los días.. y su carrera hacia fuera del hueco donde habitaba se iba haciendo realidad, veía cada vez con más nitidez la panorámica al exterior. Se sentía con fuerzas: había crecido, había aumentado su grosor de azabache.


No tardó en asomar su negra cabeza a la realidad y se dio cuenta de que no era el único. La alegría invadió toda su fibra, quería seguir creciendo y creciendo, ser parte de una unidad junto a los otros... hasta que pronto todo se volvió blanco. No veía a sus compañeros. Su ser estaba rodeado por una sustancia espumosa con cierto olor masculino... algo no iba bien...

Todo fue rápido. Decapitado de su raíz...


Y... ras...

sábado, 9 de enero de 2010

Y cerré los ojos...


Noche fría. Noche cerrada. A lo lejos divisé el parpadeo de pequeños cuerpos teñidos de luz de luna. Se agitaban, inquietos, desesperados. ¿Me saludaban?, o quizás ¿pedían ayuda?


Mi curiosidad infantil se veía atraída por el serpenteo hipnótico de aquellos cuerpos en movimiento. Me acercaba. Con sigilo. Atento. Cuanto más cerca estaba, más excitado estaba por el miedo. Cuanto más me arrimaba, más nítida se volvían aquellos cuerpos fantasmagóricos. Nada se escuchaba. Cerré los ojos. Sabía que debía de huir de allí... pero no podía.


Y de pronto descubrí de que se trataba: manos. Manos sin brazos, manos sin cuerpos, manos sin sangre; pese a eso, manos con vida, trozos de carne que se agitaban a la luz de la luna, manos que movían con alegría sus dedos, manos apasionadas, manos al aire...


Y cerré los ojos...